Las secuelas más prolongadas del Covid persistente: problemas de concentración, trastornos del sueño y ansiedad

Se trata de un estudio realizado por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos. Algunos efectos se están convirtiendo en crónicos.

Un estudio sobre el Covid persistente revela que las secuelas más prolongadas son problemas de concentración, trastornos del sueño y ansiedad.
Las secuelas más prolongadas del Covid persistente: problemas de concentración, trastornos del sueño y ansiedad.
  1. Secuelas que se convierten en patologías crónicas
  2. El motivo no está claro
  3. Las consecuencias del Covid-19 persistente en la sociedad
  4. Las secuelas de la población sin coronavirus
Imagen de archivo de una consulta con un psicólogo.
Imagen de archivo de una consulta con el psicólogo.

La pandemia, como ya es bien conocido por todos, ha tenido unos impactos devastadores en la salud de las personas tanto a corto como a largo plazo.

A día de hoy, más de tres años después de que se diagnosticara el primer caso de Covid-19 en España, la sociedad parece que lo ha normalizado.

Sin embargo, aún sigue afectando a muchas personas en todo el mundo. Y no sólo por tener la enfermedad en estos momentos, sino por las secuelas que ha dejado a muchos de los que padecieron dicha patología hace meses o incluso años.

La Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos ha analizado, a partir de varios estudios anteriores, el impacto del Covid-19 persistente en la salud conductual

En otras palabras, el estudio muestra una visión general de cómo está afectando el Covid-19 persistente a la conducta, a los comportamientos y a la salud mental de los supervivientes.

Una de las cifras que muestra es que mundialmente un 45%, 47% y 34% de los pacientes que ya habían superado la enfermedad desarrollaron depresión, ansiedad y trastornos del sueño, respectivamente.

Y puntualizan que seis meses después de superarla se encontraron indicios, a través de revisiones médicas, de deterioro cognitivo y trastornos psiquiátricos en el 56% de los pacientes, siendo la dificultad para concentrarse, 24%, y la ansiedad generalizada, 30%, las secuelas más comunes.

Dichos problemas son más frecuentes entre los pacientes que padecieron la enfermedad de forma aguda, es decir, que estuvieron hospitalizados por el estado de gravedad o incluso tratados en entornos de cuidados intensivos.

No obstante, los pacientes que no estuvieron tan graves también han desarrollado estos diagnósticos, pero en menor medida.

 

De hecho, aparte de que la vacunación contra el Covid-19 reduce la probabilidad de padecer la enfermedad de forma aguda, también disminuye el riesgo de sufrir Covid-19 permanente, según unos estudios recientes publicados en la revista Nature Medicine.

Secuelas que se convierten en patologías crónicas

Alba García, neuropsicóloga especializada en niños y adolescentes, ha explicado a Confidencial Digital que muchos de estos problemas cognitivos y psicológicos desarrollados a raíz de padecer coronavirus han llegado para quedarse.

“Cogí el Covid-19 y a partir de ahí no levanto cabeza”. Es una de las expresiones más comunes entre los pacientes con Covid persistente durante las consultas, destaca la neuropsicóloga.

Ella puntualiza que la fatiga crónica es una de las consecuencias que más ve en consulta y que más difícil es diagnosticar. 

“Los pacientes van al médico por un problema físico de fatiga, pero en las pruebas no presentan ninguna patología, ni anemia, ni neumonía… por lo que a priori esta fatiga es inexplicable”, explica Alba.

Dicha fatiga les imposibilita hacer su vida normal, desde ir a trabajar hasta salir con sus amigos.

Leer, ver una película de más de una hora, mantener una conversación, organizar planes…son acciones que antes sus pacientes hacían sin ningún problema, pero tras superar la enfermedad no son capaces porque ya no tienen la misma capacidad para prestar atención, memorizar…y todo esto les fatiga.

El primer objetivo que se ponen los profesionales es que aprendan a vivir con la enfermedad, que sean capaces de aceptarla y tolerar el dolor que esta les genera.

“A veces son personas muy jóvenes, de unos 35 años, con hijos. Y se dan cuenta que ya no pueden jugar con ellos en el parque. Nosotros tenemos que darles las herramientas para que sean capaces de explicarles a sus hijos lo que les está pasando”, aclara la psicóloga.

En cuanto a la parte cognitiva, que es la que se ha visto afectada, tratan de hacerle actividades para que trabajen esa zona del cerebro y puedan maximizar los beneficios.

El motivo no está claro

El estudio americano ha contemplado diferentes hipótesis de por qué el Covid-19 prolongado ha desarrollado problemas de disfunción cognitiva y trastornos de salud mental en los pacientes, pero hasta la fecha no está del todo claro.

Una de estas hipótesis es que el virus pueda invadir el cerebro a través del nervio olfativo, responsable del sentido del olfato, produciendo daños en el sistema nervioso y neuroinflamación, una respuesta que da el cerebro ante una lesión, infección o enfermedad. 

Aunque esta hipótesis genera demasiada controversia porque la mayoría de las evidencias provienen de estudios de autopsias, y no de pacientes 'recuperados'.

Una de las explicaciones, que consideran la más probable hasta la fecha, es que la disfunción inmunológica del sistema, es decir, la pérdida o mal funcionamiento de una parte del sistema inmunitario, que incluye neuroinflamación, puede causar daños en el mismo del tipo cognitivo, psicológico o neurodegenerativo.

De hecho, estudios recientes con pacientes que superaron la enfermedad así lo demuestran.

Además, múltiples líneas de investigación evidencian que ciertas infecciones virales, producidas por un virus, aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer o Parkinson

Y si extrapolamos que el Covid-19 es una infección viral, es posible que también sea mayor la probabilidad de sufrir este tipo de patologías a raíz de padecer coronavirus.

Las consecuencias del Covid-19 persistente en la sociedad

Debido a que el Covid-19 persistente está produciendo graves impactos en una parte de los pacientes, según advierten tanto los estudios como los profesionales del sector, en Estados Unidos lo han empezado a considerar una discapacidad.

La Ley de Estadounidenses con Discapacidad, la sección 504 de la Ley de Rehabilitación y la sección 1557 de la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio lo considera discapacidad mientras que limite sustancialmente una o más actividades importantes de la vida

Dichas actividades van desde dificultad para comer, dormir, concentrarse, cuidar de uno mismo…

Además, la ley contempla, dependiendo del grado de discapacidad, modificaciones en el trabajo tales como vuelta al mismo de forma escalonada, horas de trabajo determinadas, teletrabajo…

En España, esta ley aún no está contemplada, pero sí que se concede la discapacidad por la enfermedad desarrollada a causa del Covid-19 persistente, según ha confirmado a Confidencial Digital la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

Las secuelas de la población sin coronavirus

A pesar de no haber padecido la enfermedad, tampoco se está exento de sufrir problemas de salud mental o cognitivos por el simple hecho de haber vivido una pandemia y todo lo que ello conlleva.

Las estrictas y rotundas restricciones sociales que se impusieron de la noche a la mañana, el esfuerzo para proteger a los grupos más vulnerables, la pérdida del trabajo, la dificultad para acceder a la atención médica, el aislamiento social, la pérdida de seres queridos…ha intensificado, en caso de que los hubiera previamente, y desarrollado problemas de salud mental.

De hecho, la Organización Mundial de la Salud registró un aumento del 25% de los casos de ansiedad y depresión en la población general sólo en el primer año de la pandemia.

Entre los grupos más afectados por esta situación los expertos sitúan a los profesionales sanitarios, a los niños y a las personas de mayor edad.

En cuanto a los profesionales, el análisis americano muestra que el 53% de los sanitarios del país informaron sobre síntomas propios de depresión (32%), ansiedad (30%), trastorno por estrés postraumático (37%) e ideación suicida (8%).

Los niños, durante casi los dos primeros años de la pandemia, no han podido desarrollar sus capacidades cognitivas como deberían haberlo hecho porque no iban al colegio, estaban mucho tiempo entretenidos con las pantallas, no se relacionaban con otros niños…, desarrolla la neuropsicóloga.

Incluso los padres de estos niños también han experimentado un estrés y una carga de salud mental significativamente superior que aquellos adultos sin niños, desarrollando un elevado ambiente de estrés y adversidad en los hogares.

En el caso de los ancianos, ha sucedido al revés que en los niños, y es que han perdido ciertas capacidades cognitivas al evitar salir a la calle para no contagiarse

Dentro de este grupo de población, sobre todo los que vivían solos, dejaron de usar el lenguaje casi tres meses, no se relacionaron con sus conocidos, bien porque habían muerto por la enfermedad o porque no salían a la calle, no fueron a los centros de mayores…, es decir, abandonaron su rutina, apunta la especialista García.

En general, toda la población se vio afectada por la pandemia, e incluso una gran parte de ella aún lo sigue y lo seguirá durante mucho tiempo

Aunque, el estudio considera que debido a la gran capacidad de recuperación estructural y funcional que tiene el cerebro, independientemente de la edad y del estado de salud, es posible la reversibilidad y la mitigación de estas consecuencias a largo plazo.

Imagen de archivo de una psicóloga sanitaria especializada en pandemia trabaja en el hospital provisional de IFEMA.
Imagen de archivo de una psicóloga sanitaria especializada en pandemia trabaja en el hospital provisional de IFEMA.

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